top of page

Era solo un día más, como otro cualquiera.

Habíamos ido hasta la capital, solos en nuestra camioneta, con el mate calentito acompañándonos.

Fuimos riendo y conversando de negocios, de la situación económica y de nuestros hijos, como siempre, nada nuevo. Algunos trayectos estábamos callados, pero eso también hoy en día, es común entre nosotros.

Estaba un poco inquieta, nerviosa. No quería transparentarlo para no preocupar a mi esposo. Pero su intuición, con solo mirarme, lo llevó a apretar firmemente mi mano.

A la vuelta, no pude dejar de abrir el sobre que tenía como destino a mi médico de cabecera. La curiosidad me mató y lo abrí.

Entre todas las palabras técnicas, reconocí una cargada de miedo y con el diablo impreso en cada letra. Cáncer.

Si, me había tocado a mí.

Mi esposo me decía: ¡Lee de vuelta!, ¡estás equivocada!, pero no.

Me había tocado a mí.

Y comenzaron las preguntas, ¿porque a mí?, ¿cómo paso esto?, si yo hice todo bien. Siempre me controlo, todos los años desde que tengo uso de razón.

Pero había que hacer lo que había que hacer. Juego de palabras tan reales.

Poner el pecho a las balas, fue literal.

Que las lágrimas limpian el alma, doy fe. Me ayudaron a tomar el toro por las astas y aplicar mis dotes de administrativa, para ordenar puntualmente todas las tareas a realizar. Una por una, sin mirar hacia atrás, pero tampoco hacia adelante. Vivir ese famoso día de quimioterapia a pleno.

Así como ese veneno que me curaría entraba por mi cuerpo, mis lagrimas brotaban y mis pies eran acariciados por las manos de quien siempre estuvo a mi lado, la fuerza de él fue mi bastón. Me dejé cuidar, cosa rara en mí. Otra nueva lección. Decidí no desesperar, aceptar y solo aceptar. El día siguiente era solo eso, otro día, el anterior ya había pasado y el próximo aún no existía.

Aprendí a vivir el presente.

Un día decidí ir a mi peluquera y le pedí que me rapara. Y así lo hizo. Lo decidí antes de ver mis mechones en la cama. Compré una peluca carísima de pelo humano. Poco duró en mi vida. Despotriqué contra ella, la odié y la tiré.

Aprendí que mi cabeza pelada se veía bien, que era parte de mi lucha. No me importaba cubrirme con un pañuelo, solo a los efectos del calor de ese verano. Compraba los más lindos, tenía de a montones y los combinaba con mi ropa.

La gente siempre se asusta cuando alguien tiene cáncer y se alejan. No me enojé con ellos, solo entendí que es muy difícil ver a una persona con esa enfermedad de la mala palabra, no saben que decir. Solo quedaron conmigo los más allegados y aprendí lo importante que es decidir con quien realmente compartir la vida.

Aprendí también sobre bio decodificación y entendí que este cáncer me trajo respuestas. Soy unas de las afortunadas que lo puedo decir y que trato a diario de aplicar. Lamentablemente aún me falta cambiar el tratar a veces, por el hacerlo siempre y punto.

A esas alturas mi pregunta había variado. ¿Para que a mí?

Para mirarme, para aprender a decir ‘no’ cuando es necesario. A dejar de ser egoísta conmigo y ponerme por delante. A entender que no soy indispensable, para nada, ni para nadie. Eso me trajo alivio, no soy perfecta. No quiero ser perfecta. Todos mis errores, son míos, los acepto y comprendo que no fueron a propósito. En ese momento hice lo que mejor pude, solo que salió mal.

Otro aprendizaje fue que el mundo de mi alrededor aceptara estos cambios, estos ‘no’, míos. Para mí era una hermosa palabra que estaba aprendiendo a usar sin resentimientos, pero a ellos los desconcertaba.

Y aprendí que no era mi problema. Que yo siempre iba a estar, son los amores de mi vida. Pero cada uno tiene que hacerse cargo de sus cosas. Estoy para acompañar, pero no para llevar la carga del otro.

Mi energía es mi mayor tesoro, y me la estaban saqueando.

El tiempo fue pasando y aunque aún el fantasma siempre habita en mí, sigo aprendiendo.

No tengo miedo, sigo siendo fuerte. Aunque a veces el camino se me hace turbulento, busco la salida. Siempre hay alguna desviación que te lleve nuevamente al camino medianamente llano.

Soy una guerrera desde que nací. Me costó mucho ese parto, por eso la validez de este comentario.

Hoy, con la armadura puesta, la espada en la otra mano, soy como Don Quijote. Seguiré peleando con personajes, que más de una vez, solo habitan en mi mente. Con Sancho Panza a mi lado, atándome con su infinito hilo de paciencia a lo terrenal, continuaré dando batalla.


 
 
 

2 Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
Guest
Aug 31, 2023
Rated 5 out of 5 stars.

Muy bueno, instructivo 👍

Like

Guest
Jul 21, 2023
Rated 5 out of 5 stars.

aprender, siempre aprender. Mente abierta

Like
bottom of page